El tesoro escondido del sufrimiento.

“Los que sembraron con lágrimas cosecharan con alegría”.
Por. José Álvaro Cardozo Salas.
A veces en nuestra vida, pasamos por sufrimientos que parecieran inútiles y que nos hacen sentir en el fondo del mar, sin ver solución alguna pero que nos llevan a encontrar el gran amor de nuestras vidas: Jesucristo, la perla preciosa. (Mt 13:46). Así comienza el libro que lleva este titulo de la hermana Basilea Schlink una líder cristiana alemana y que nos invita a meditar sobre la bondad del sufrimiento. Parece paradójico, pero es cierto; sufrir es un estado de los seres humanos muy propios, desde cualquier ángulo, profesión u oficio o incluso credo, digamos que de alguna forma es propio de la humanidad.
Siempre que hablamos del sufrimiento recuerdo lo que se habla de las conchas que producen las perlas, estos animalitos cuando reciben heridas van cubriendo con capas de saliva hasta formar una perla de gran valor. Así mismo Jesús recibe nuestros dolores, los va sanando, cubriendo poco a poco con su bálsamo de amor hasta que un día descubrimos que el dolor ha sido transformado en gozo. A menudo, nuestras preocupaciones son humanamente justificables, pero, aun así, seria bueno que le pidiéramos al señor nos ilumine, quizás ese sufrimiento es consecuencia de un error propio, muchos perdemos la calma y nos dejamos ganar por la ansiedad, cuando esos deseos y expectativas no se cumplen, consideramos que estos deseos son esenciales para nuestra vida, cuando en realidad no los son. Y entonces viene el sufrimiento, el desasosiego por los benditos apegos, a las personas, al dinero, la casita, al trabajo, y entonces cambiamos de sitio a Dios y toda gira en torno al apego. Pienso en Dios cuando algún día nos pregunte como lo hizo con pedro. “Me amas mas que a estos? (Juan 21:15) Entonces estaré en problemas, porque cuando sacas a Jesús del centro de la vida, cuando el apego supera a Dios, nos reclama con una pregunta que hoy te invito a que te la hagas; ¿Qué es lo que más amas? Si respondes por un apego, es muy probable que el mismo te responda; “Dámelo” y aquí es donde empieza el sufrimiento.
En alguna de mis visitas a predicar en una parroquia, y hablando de este tema, me esperaba una señora ya mayorcita, casi llorando, me dijo que su gran apego era un nietecito, y que le daba temor que Dios se lo quitara porque ella reconocía que incluso su amor de abuela estaba por encima del amor de Dios, uno nunca sabe el poder de las palabras hasta donde pueden llegar, lo cierto es que después de calmar a la abuela, la invite que llevara su nietecito a los pies de Jesús eucaristía, así podría compartir el amor de los amores con la inocencia y pureza de los niños.
Las preocupaciones pueden ser especialmente deprimentes si aumentan el sufrimiento y causan implicaciones futuras. Pero el señor tiene una solución para todas esas preocupaciones y es: tener la certeza de que todas las dificultades y problemas que nos acosan son parte de un plan eterno de Dios. Como nuestro padre amoroso, Dios ha tomado todo en consideración; nos ha llevado a pasar por esos tropiezos, pero al mismo tiempo ha planeado una solución y una salida; porque un verdadero padre nunca deja a su hijo sin ayuda.
Con cierta frecuencia re leo el pasaje del huerto de los olivos y ese momento de prueba y sufrimiento de Jesucristo hecho hombre, muerto de susto, de inseguridad, de terror, al descubrir su destino de pasión y muerte, fue tan intenso que el mismo texto lo señala con una palabra demasiado densa “A G O N I A”, Santa Teresa de Calcuta siempre que se refería a este texto, apuntaba que fue mas dura esta agonía que la misma crucifixión, y no es para menos, es que allí en el crisol del sufrimiento, de dolor, de la muerte experimentamos lo mismo que nuestro señor aquella noche de jueves, un verdadero paso de mi voluntad a la voluntad del padre, o mejor llamada la divina voluntad.
Basta repasar el libro de Job, que nos lleva a los extremos de la vida acomodada sin necesidades, hasta perderlo todo, y al final Dios repondrá cada minuto, cada noche de insomnio, cada lagrima, cada angustia, por alegría, como reza el Salmo 126 “Los que sembraron con lagrimas cosecharan con alegría”. Animo querido lector, si estas pasando por este momento de sufrimiento debes saber que al final encontraras un verdadero tesoro, “El cielo”.