Decretazo: El primer ladrillo del muro autoritario

La historia enseña que las dictaduras no nacen con tanques, sino con decretos.

Felipe Andrés Ferro/ Diputado

Cuando un presidente decide reemplazar la Constitución con su capricho y al Congreso con su firma, la democracia no solo tiembla: comienza a resquebrajarse.

El reciente anuncio de Gustavo Petro de convocar mediante decreto una consulta popular que ya fue negada por el Senado no es una jugada política, es un asalto institucional. Es el equivalente a patear la mesa del diálogo democrático para imponer el monólogo del poder. Y cuando el mandatario advierte, con tono de amenaza, que las instituciones que no le sirven “se van”, no está hablando como jefe de Estado, sino como caudillo. Esas palabras no se pronuncian en una democracia, se vociferan en las tiranías.

El Senado, en uso legítimo de su potestad constitucional, negó una consulta laboral que estaba viciada desde su nacimiento: era una propuesta politizada, costosa y populista, que no resolvía los problemas del empleo, sino que los agravaba. Pero el presidente, lejos de acatar la decisión, opta por el decretazo, ese viejo atajo que tanto fascina a los regímenes autoritarios. Como si se tratara de una película repetida en Caracas o La Habana, Petro toma el libreto del castrochavismo y pretende aplicarlo en Colombia. Pero Colombia no es una finca, ni la democracia un adorno.

La consulta, según cálculos oficiales, costaría más de 700 mil millones de pesos, en un país donde millones de familias no tienen acceso al agua potable, donde hay hospitales al borde del colapso y escuelas sin pupitres. ¿Ese es el uso racional del dinero público? ¿Eso es gobernar con responsabilidad? Lo que Petro pretende es financiar su narrativa política con los impuestos de los colombianos, mientras ignora el hambre institucional que está sembrando con cada embestida contra los contrapesos del poder.

En democracia hay pesos y contrapesos, hay límites. Nadie, ni siquiera el presidente, puede pretender estar por encima de ellos. Saltarse al Congreso para imponer una decisión negada no es solo ilegal, es profundamente peligroso. Hoy es una consulta, mañana será la Corte, pasado mañana serán los medios de comunicación o las elecciones. La historia enseña que las dictaduras no nacen con tanques, sino con decretos.

A los colombianos debe quedarnos algo claro: a la violencia y a la corrupción no le marchamos, a la democracia y a la Constitución sí. No importa el color político ni la orilla ideológica. Lo que está en juego no es una reforma ni una elección: es el alma misma de la República.

Hoy más que nunca debemos estar alertas y preparados para salir a las calles a defender el estado de derecho. No con piedras, sino con principios. No con odio, sino con firmeza. La defensa de la democracia no se posterga ni se negocia. Colombia no necesita un mesías con pluma de dictador, necesita un presidente que respete la ley. Porque si nos dejamos quitar la Constitución con un decreto, mañana nos quitarán la libertad y el país con una firma.

Unidos, firmes y libres: así se derrota al autoritarismo.