Carta a Nohemí.

“Pensar en blanco es pensar en Jesús día y noche y saber que él se quedó solo por amor por nosotros”.
Por. José Álvaro Cardozo Salas.
Está historia empieza con una mujer recién casada que no podía tener hijos, ya habían pasado un par de años y por más que intentaban nada que les cuajaba, empezó a asistir a la misa todos los días, era la misa de 5 AM terminada está, el padre dejaba expuesto el santísimo sacramento por una hora, al cabo de cuál lo recogía, y cerraban el templo, está joven mujer decide durante esta hora a solas con él empezar a pedir un hijo o hija, “ella solo le decía; señor dame un hijo”. Una amiga suya que le acompañaba con cierta frecuencia, le pregunta: ¿qué es tanto lo que pides, con tanta insistencia?, ella al responderle, de nuevo le pregunta, ¿y cómo lo estás haciendo? Ella le explica detalladamente como lo hace. Lo estás haciendo mal, debes hacerlo de la siguiente manera; si pides algo al señor es necesario ofrecer algo a cambio, debes pactar con él, así como lo hizo con Moisés, Josué, David, Salomón. Por ejemplo si pides hazlo así: “Señor si tú me das un hijo y yo te ofrezco…” A la mañana siguiente se le ocurrió algo y salió como así; “Señor dame un hijo o hija y yo te prometo que te lo consagró a ti, me comprometo a que te amé, te busque sin cesar, y hablé de ti dónde quiera que vaya” escurriendo las lágrimas de sus ojos, salió y no volvió a pedirle nada, de ahí en adelante solo era contemplación y adoración.
Poco tiempo después quedó embarazada, y tuvo un hijo varón; su primer hijo. Y esa mujer de esta historia es Nohemí, y ese hijo soy yo. Soy fruto del pacto, hijo de mi papá Jaime y de la eucaristía, desde entonces se lo tomó muy a pecho, me llevaba a diario a la misa, y cuando iba cuando creciendo señalaba el sagrario y me decía “estás aquí porque él lo quiso”. Desde entonces hice mi primera comunión en su vientre, durante 9 meses comulgue con ella, más adelante cuando era niño me hizo hacer dos veces la catequesis de primera comunión, me llevaron a estudiar en colegios católicos; donde los Escolapios en Pereira y los Maristas en Cali, quienes se encargaron de hacer la segunda parte de mi formación espiritual, Igual a mis hermanos con quiénes repitió la misma dosis pero no con la misma intensidad.
Hablar hoy de Nohemí es hacer un homenaje a una mujer transparente que se dejó moldear por Dios, una mujer que supo leer su voluntad y que fue dócil a ella. Hablar de Nohemí es hablar de la caridad en su máximo esplendor, y de esto nuestra familia tiene muchas experiencias; por solo contar una de aquel vigilante de la calle de la casa de Limonar (barrio donde vivíamos en Cali) llamado José que ella misma se encargó de alimentarlo, de cuidarlo cuando enfermaba y de su cuerpo cuando falleció para darle cristiana sepultura. No escatimó con ninguno de las tantas personas que se arrimaban a la ventana a pedir comida casi que mandaba a preparar un plato para cada uno de ellos. Cumplió a cabalidad el mandato del amor dar de comer al hambriento, dar de vestir al desnudo, acoger al migrante. Hablar de Nohemí es hablar de una mujer autodidacta, amante a la música. Gracias a ella conocí las rancheras, y sus clásicos, Javier Solís, Negrete, Vicente Fernández, las canciones de Charles Aznavour, Rafael, de las dominicas y de todas las canciones de la iglesia que me las repetía una y otra vez, porque además cantaba en las misas y con la parroquia donde estuvieran y le dieran la oportunidad.
Vivimos en Pereira 8 años donde fuimos muy felices. Hasta que en los años 70 regresamos a Cali, hicimos amigos por donde fuimos, y ella perseguía la eucaristía a diario, la confesión semanal y la Santa hostia para adorar. Hizo parte de la junta pro templo de Cristo del perdón, junto con otras familias y amigos, y con el querido y recién ordenado P. Luis Eduardo Pérez Jaramillo, quien hoy celebra esta eucaristía y quien no solo fue su amigo, fue su director espiritual por más de 40 años.
El rezo del rosario hizo parte de su vida como una impronta, su ADN, María Santísima siempre ocupo un lugar privilegiado en su corazón, en especial la de la advocación de la medalla milagrosa. Ahora quiero remitirme a algo más profundo. Lo de la consagración o pacto que hizo con Jesús eucaristía para su embarazo lo vine a saber hace muy poco tiempo tal vez unos diez años. Teníamos unas conversaciones teológicas muy interesantes desde su sencillez de entendimiento. Un día en una llamada me hizo una pregunta muy particular, ¿cuándo vas por ahí en cualquier parte y no estás ocupado en tu trabajo o con tu familia en qué piensas? Mami pienso en muchas cosas en los negocios, en las charlas que tenía que hacer, en el trabajo o cuando voy a predicar alguna diócesis. ¿Por qué me preguntas eso? Mijo porque cada vez que tu mente no esté ocupada o no estés pensando nada piensa en blanco. ¿En blanco mami? ¿Y eso qué es? Recordé que en algún curso me participe me dijeron que una metodología para lograr descargar los pensamientos era imaginarme una pantalla en blanco como en el cine. Me dijo No mi hijo eso no es pensar en blanco, pensar en blanco es pensar en la hostia Santa, en el cuerpo y la sangre de Jesús que se quedaron atrapados en un pedazo de pan. Y que se hace vida para nosotros y que cada vez que lo comemos de alguna forma nos configuramos con él. Pensar en blanco es encontrarnos de frente con el amor de los amores, con nuestra propia realidad, no del pecado sino la de la gracia. Pensar en blanco es pensar en Jesús día y noche y saber que él se quedó solo por amor por nosotros. Pensar en blanco y saber que él también piensa en nosotros y que está muy interesado en que le amemos y le adoremos.
Y así no había conversación que no se alejara de la realidad eucarística y de la iglesia. También debo rescatar en ella el profundo amor por el sacerdocio por la figura de Cristo encarnada en un hombre pecador como cualquiera; pero con tanto poder de perdonar los pecados de convertir el pan y el vino en el cuerpo la sangre el alma y la divinidad de Dios con nosotros. Quisiera rescatar el amor por la familia por su esposo, por mis hermanos, los nietos, los yernos y por todo lo que fuera familia donde quisiera que estuvieran, siempre insistió en que permaneciéramos unidos. Poco antes de morir tuve la oportunidad de hablar con ella de este tema y me pidió muy claramente esta misión, que era el mejor homenaje que podíamos hacerle.
También un favor especial que sus cenizas fueron enterradas en las tumbas donde sus papás reposan en el cementerio de Venadillo (Tolima) para volver al sitio de donde salió y donde fue tan feliz en su infancia.
Querida Noemí; Me quedo corto con tantas cosas que nos enseñaste y que nos dejaste, hoy frente a tu familia y a tus amigos quiero hacer mi compromiso contigo, de amor con mis hermanos, como te lo prometí, para que estés tranquila, para que puedas disfrutar de la corona merecida que te has ganado día a día, misa a misa, lágrima a lágrima. Desde el momento que supe de tu enfermedad tan corta no he hecho sino darle gracias a Dios por el don de tu vida, porque a través de ella nos llevaste a él, porque nos enseñaste a amarlo con locura, con la misma locura que tú lo amaste y que él muy seguramente te amó.
A todos ustedes nuestro agradecimiento por la compañía y en especial a dos mujeres que brindaron su vida por atenderla cuidarla hasta el último momento; que son la querida Yasmín y Ofelia Nene para lo cual pido un fuerte aplauso. A mi hermana Sandra en especial a su esposo Alfonso y a mis sobrinos Lucho, Pipe y María Paula que siempre estuvieron muy pendientes de ella. A mi hermana Paola que hizo un esfuerzo muy grande por venir desde Estados Unidos, y a mi hermano Jaime Eduardo su esposa Samara y el nieto amado Juan Pablo. También no puedo olvidar a mi esposa Yuly a mis tres hijos Juan David, María Victoria, Juan Diego sus esposos, esposas y sus bisnietos que hicieron tan feliz a mi mamá. A mi papá Jaime también muchas gracias por los buenos momentos que le hiciste pasar, gracias por el esfuerzo que hizo por sostener esta familia y porque hasta última hora mi mamá nunca dejó de amarlo. Gracias a todos, si se me escapa alguno le ruego me disculpe, pero estoy seguro que cada uno de ustedes que está aquí que tuvo la oportunidad de compartir en algún momento de sus vidas con ella y sabrá de que les estoy hablando.
Descansa en paz querida Nohemí.
¡Ah se me olvidaba, querida encogí a los niños¡.