¿Cómo fue salvo Abraham si aún no existía Jesús?

¿Se salvaban por obras en el Antiguo Testamento?

Edward Andrés Díaz Reina

Es común encontrar hoy en día a cristianos que piensan que, en el Antiguo Testamento, las personas se salvaban por hacer obras, en específico por cumplir la ley. Nada más alejado de la realidad.

El apóstol Pablo, con el objetivo de defender la salvación por la fe sola, destaca de qué manera fue salvo Abraham, diciendo:

“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham” (Gálatas 3:6-7).

El gran patriarca del pueblo judío no fue salvo por sus obras, ni por ser muy obediente o un hombre santo. De hecho, al leer el libro de Génesis, se puede ver tanto la fe de este hombre, como su pecado al mentir varias veces (Génesis 12:13; 20:2) o al reclamarle a Dios por no tener un hijo (Génesis 15:2-3).

Fue un hombre como cualquiera. Un pecador que, en Génesis 15:6 —pasaje que cita Pablo en Gálatas 3:6—, es salvado por gracia al oír el evangelio.

Mi estimado lector, si vas al capítulo 15 de Génesis, te darás cuenta de que, en el versículo cinco, el mismo Dios le predica el evangelio a Abraham al decirle que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo. Ese es el evangelio que el patriarca escucha de parte de Dios.

Como sucede hoy, ante la predicación del evangelio, el Espíritu Santo actúa sobre el individuo dándole la fe salvadora. De igual manera, al oír la predicación del evangelio en Génesis 15:5, el Espíritu Santo actuó sobre Abraham, dándole la fe para ser justificado y convirtiéndolo así en el “padre de todos los que son de la fe”, como dice Pablo.

No fue salvo por sus obras; fue salvo por gracia, por medio de la fe en el evangelio.

¿Qué es el evangelio?

En resumen, el evangelio es Cristo, porque habla de las buenas nuevas de salvación por medio de la obra del Mesías.

En Génesis 15:5, Dios predicó el evangelio a Abraham, porque sólo Cristo podía darle una descendencia tan incontable como las estrellas. Tales hijos son todos los creyentes, todos los que, al igual que el patriarca, han sido salvados por creer en el evangelio, es decir, en Cristo.

El Espíritu Santo le permitió a este hombre entender el evangelio, ver a Cristo, creer y ser salvo.

No sabemos con cuánta claridad vio a Jesús en la promesa que recibió, pero el mismo Mesías dijo: “Abraham se alegró de que habría de ver mi día” (Juan 8:56), lo cual significa que vio, creyó en la promesa que recibió, se alegró, creyó en Él y fue salvado por ello.

Así se convirtió en el padre de la fe, como dice Pablo, es decir, en el padre de todos los que han creído en Jesús, la descendencia innumerable de Génesis 15:5.

En resumen, Abraham fue salvo por creer en la promesa del Cristo que vendría, no por hacer buenas obras. Lo mismo sucede hoy: somos salvos por fe en Jesús. Él es el evangelio, y solo por Él tenemos vida eterna.

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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