De bloqueos y otros demonios

Óptica periodística

Nelson Germán Sánchez Pérez –Gersan-

Peticiones, inconformidades, reclamos, protestas y bloqueos viales son hoy el pan de cada día en Colombia, un fenómeno social que parece estar volviéndose parte del ADN nacional y que brotó con fuerza más allá de la consabida protesta social o el estallido social que vivimos y vimos nacer en 2109 y extenderse en 2021 y 2022; pero que tal parece, se quedó como parte de la expresión de los ciudadanos, como una manera para tratar de reivindicar derechos y libertades, de hacerse escuchar y ser visibles.

Claro que esa forma de evidenciarse tiene efectos que se extienden en el corto, mediano y largo plazo sobre la economía, la productividad, la generación de empleo y riqueza, no hay duda. Y de manera inmediata empuja al alza el valor final de alimentos y productos del comercio, dado el aumento de fletes y seguros, por ejemplo.

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En fin, son las calles de las ciudades, las vías nacionales o regionales el escenario predilecto en una especie de tinglado por pujas, para lo que muchos conciben como lucha ciudadana frente al poder y a quienes lo ostentan duradera o momentáneamente.

Por ejemplo, tan solo en el pasado mes de enero se calcula que entre bloqueos y paros se habían dado 81 en todo el país, según la Federación Colombia de Transportadores de Carga –Colfecar-, es decir, un promedio de dos y medio por día, cuya duración estuvo en cerca a las 15 horas más o menos.

En febrero de este año el número de bloqueos llegó a 50 en vías de todo el país especialmente en vías claves para el transporte de carga, lo que sin duda impacta el bolsillo de las familias más pobres por el incremento de lo mencionado anteriormente, que a su vez, empuja la inflación que es el peor impuesto que pueda existir.

Con cierre a la primera semana de marzo de 2023 ya el número de bloqueos en vías por manifestaciones e interrupciones sobrepasa los 160, según  datos de Fedetranscarga, otro de los gremios del sector transporte. Lo cual dice mucho de cómo crece esta forma de protestar y de hacerse oír de los ciudadanos.

Y es que las temáticas por las cuales son tomadas vías, carreteras y calles para bloquearlas son tan disímiles como las letras del alfabeto. Van desde el abandono histórico del Estado, la falta de inversión en servicios públicos, la no construcción de colegios o infraestructura, la inseguridad, escasez o alza exagerada en servicios públicos y un sin número más.

El gran problema al que nos estamos acercando todos con un país con una inflación tan alta en su historia reciente, más allá de lo registrado en los últimos 20 años, es que no solamente el costo de vida siga para arriba dados los incrementos que generan los bloqueos viales, si no por las situaciones ya conocidas de dependencia de las importaciones, la no compensación de productos por la industria o agroindustria nacional, la guerra en Ucrania y hasta el atisbo de recesión económica mundial. Lo preocupante es que en un país como el nuestro, que una vez se crispa recurre a sus peores formas de violencia, este tema de la tensión por bloqueos podría convertirse en una disputa de orden público que lleve a nuevas radicalizaciones en lo político en un año electoral como este.

Con o sin razón, transportadores y gremios económicos comienza a reclamar con más vehemencia cada día mano dura frente a los bloqueos y manifestantes para evitar lo que llaman desgobierno y falta de autoridad, así como el perjuicio a sus negocios e intereses y el golpe al bolsillo al ciudadano del común.

Del otro lado, están millones de ciudadanos quienes ya se dieron cuenta de que quedarse calladitos, quieticos, escribir y hacer solicitudes respetuosas de escritorio no han dado resultados ni efectos positivos de respuesta real ante gobiernos locales, regionales y nacionales indolentes o paquidérmicos, por lo cual para hacerse sentir recurren a vías de hecho en su legítimo derecho de ser escuchados y exigir soluciones.

Creo que este no es un tema que merezca esconderse ni tratarse bajo el mismo esquema de apaga incendios o cortafuegos momentáneo que se ha venido utilizando de dialogo, mesas, promesas e incumplimientos, porque nos vamos acercando peligrosamente a un momento de maduración de la indignación ciudadana que podría llevar, no a esas grandes y anunciadas jornadas “organizadas” de protestas nacionales a favor o en contra de, si no a que se multipliquen bloqueos con desmanes por doquier y en cualquier rincón del país, con acciones de hecho que en algún momento se salgan del control y capacidad del gobierno en turno y entonces veamos a bandas armadas, paramilitares, guerrilleros, traquetos y toda suerte de esos malhechores al margen de la Ley, fungiendo de antimotines despejando y dejando una estela se sangre en las carreteras del país.  No es más y ojalá me equivoque.