DE PECADOR A PREDICADOR

Toda vida es transformada por Jesús
Edward Andrés Díaz Reina
Si te dijeran que un hombre cruel y violento que conoces ha cambiado y ya no es así, ¿Lo creerías?
Es difícil de creer. Yo lo pondría en duda hasta corroborarlo.
Pero a lo largo de la historia, hombres malvados y crueles han sido transformados por el poder del evangelio. El apóstol Pablo es el mejor ejemplo de ello.
Hoy, muchos consideran que Pablo junto con los otros 11 apóstoles eran hombres excepcionales. Unos santos. La verdad es que llegaron a serlo cuando Jesús se les presentó, porque Él los santificó en la cruz, al igual que a todos los creyentes (hebreos 10:14). Pero antes de conocer a Cristo eran pecadores impenitentes.
De quien tenemos mayor información es del Apóstol Pablo.
En la carta a los gálatas, él mismo describe su vida antes de ser creyente de la siguiente manera:
“Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba” (Gálatas 1:13)
Habla del terrible daño que causaba a los cristianos. El libro de los Hechos en los capítulos 8 y 9 dice que Saulo, nombre del apóstol en su antigua vida, consintió la muerte de Esteban. En Jerusalén entraba a las casas de los cristianos, los arrastraba y metía en la cárcel. Por último, “respirando amenazas y muerte” contra los seguidores de Jesús, pidió cartas a los sacerdotes para ir a las sinagogas de Damasco y llevarlos presos hasta Jerusalén, donde posiblemente los matarían.
Ese era Pablo.
Pero no existen hombres tan crueles y corazones tan duros que no puedan ser transformados por Cristo.
En su viaje a Damasco, Saulo tuvo un encuentro personal con Jesús (Hechos 9: 4-8) y su vida cambió. De ser un fariseo y temible perseguidor de la iglesia, pasó a ser Pablo, el apóstol para los gentiles. Su nuevo nombre viene de la palabra párvulo y fue escogido por él por considerarse el más pequeño e insignificante de los siervos de Jesús por haber perseguido a la iglesia.
Mi estimado lector, si conoces a alguien con un corazón tan duro y cruel como el de Saulo, no pierdas las esperanzas, puede cambiar. Pero eso solo será posible si se tiene un encuentro personal con Cristo.
Y por favor examínate. Si en tu vida no ha ocurrido un cambio. Si aún sigues atado a tu pecado, posiblemente Jesús no se te ha presentado.
Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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