El que sale por fiador sufre aflicción.

Cristo es el fiador que todos necesitamos

Ewduard Andres Diaz Reina

Cierto día, Nohora, la modista y amor otoñal del abuelo Pedro, llegó llorando a casa del anciano. Meses atrás había servido de fiadora a su hermano, para que el banco le prestara gran cantidad de dinero que necesitaba para rescatar su empresa. Pero los malos manejos y malos negocios, hicieron que la empresa quebrara. Ahora el banco obligaba a la modista a responder por el préstamo. Por supuesto, la cuota era una cantidad que ella no podía pagar.

Cuando el abuelo Pedro terminó de escuchar la historia, le recordó a su amada Proverbios 11:15 que dice: “Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; Mas el que aborreciere las fianzas vivirá seguro”.

—Recuerda Nohora — dijo el abuelo — cuando nosotros salimos por fiadores de alguien, lo que hacemos es asumir las responsabilidades del deudor, si este no puede hacerlo.  En este caso debes asumir la deuda de tu hermano.

Sabes —continuó el abuelo —este texto y esto que te ha pasado, me hace considerar la obra de Cristo. Nosotros, al igual que tu hermano, teníamos con Dios una deuda que no podíamos pagar. Nuestro pecado nos ha dejado una deuda enorme con el Creador (Mateo 18: 23-35). Nuestras faltas a la ley eterna del Padre demandan un castigo eterno. Para poder entrar al cielo necesitamos satisfacer la justicia divina, ello implica cumplir la pena que demanda la ley santa. Pero como dicha ley es eterna, el castigo por infringirla es eterno, por tanto, es imposible que nosotros podamos satisfacer la justicia de Dios por mano propia. Necesitamos un sustituto que salga por fiador nuestro, que cumpla la pena, que pague la deuda por nosotros. Cristo es ese fiador, Él pagó el precio y sufrió la aflicción por nuestros pecados. Él, el inocente, murió por nosotros los culpables.

A—hora con lo que dices entiendo un poco más —dijo Nohora —el sacrificio de Cristo.

Luego de esto, la anciana no pudo hacer más que asumir la deuda de su hermano, tal como ella se había comprometido. Aprendió que no debería volver a servir de fiador, y cada que tenía que pagar la deuda, en lugar de maldecir o lamentarse, recordaba la obra de Cristo, y daba gracias.

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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