El Silencio al estilo de San José, todo un reto para el hombre de hoy.

Hay en la sociedad moderna un ruido, contra el que no se lucha, sino que se busca.

Por. José Alvaro Cardozo Salas

Rosario de San José Colombia.

Santa Teresa decía: “Dios siempre habla en el silencio”, para escuchar a Dios, es necesario hacer silencio. En el silencio, nos abrimos a la acción misericordiosa de Dios. El silencio, propicia un ambiente favorable para conocernos a nosotros mismos, y reconocer al otro. En la soledad, nos encontramos con nuestras grandezas, y miserias, hoy es urgente, que, en nuestras familias, crezcan en el don del silencio, de la discreción, del sigilo, de la prudencia. El evangelio nos dice: “Su esposo, José, pensó en despedirla, pero como era un hombre justo, quiso actuar discretamente, para no difamarla” (Mt, 1, 19). Y de María, leemos que “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Luc 2, 19), con una gran facilidad hoy, entre el esposo y la esposa, y aun entre los hijos, se da la difamación, se hiere el amor familiar, a través de comentarios y hasta en las redes sociales, se hace necesario, que nuestras familias, asuman el ejemplo de la familia de Nazaret. Tanto José como María, eran prudentes, personas de fe, esperanza, y de amor, de escucha y obediencia, José y María vivieron a profundidad la virtud del silencio.

Hay en la sociedad moderna un ruido, contra el que no se lucha, sino que se busca. La persona superficial, no soporta el silencio. Aborrece el recogimiento, y la soledad. Lo que busca, es ruido interior, para no escuchar su propio vacío: palabras, imágenes, música, bullicio. De esta forma, es más fácil vivir, sin escuchar ninguna voz interior; estar ocupado en algo, para no encontrarse con uno mismo; meter ruido, para no oír la propia soledad.[1]

El silencio de la familia de Nazaret permite a José y María, escuchar a Dios, que se manifiesta, a María a través del ángel, y a José por medio de un sueño; ambos acontecimientos, necesitan del silencio, para escuchar el querer de Dios, en relación con cada uno de ellos, y con la familia como un todo. Es necesario, cultivar el valor del silencio, en nuestras familias; silencio que no es vacío, que no es incomunicación; es actitud de escucha, en el interior del mismo núcleo familiar; es discreción para callar, cuando callar es aceptar, es comprender, es perdonar, es tolerar, es entender al otro; olvidamos, que muchos de los problemas modernos de nuestras familias, se solucionan de rodillas, en actitud orante y con disponibilidad, para escuchar en silencio la voz de Dios. En la actualidad, frente a las dudas, problemas, e incertidumbres de nuestras familias, se recurre con gran facilidad a todo menos a Dios y su camino pedagógico de la revelación, para lo cual se necesita la virtud del silencio.

Que decir de la escucha, el mundo se ahoga en la falta de dialogo, las enfermedades psiquiátricas empiezan en casa, no hay con quien hablar, lo peor, no hay quien nos escuche, en varias parroquias se hacen talleres de escucha, así como lo leen, de escucha, tanto que se han creado los COF centros de orientación familiar, el común denominador, es sentarnos a escuchar las personas, que traen la dura carga de los problemas, de las cruces, no hay quien nos escuche, se convierte con el tiempo en una gran tragedia.

Si escuchar a Dios se vuelve en un gran reto pues no lo dejamos hablar, imagínense escucharnos entre nosotros, se volvió en un paradigma, que requiere urgentemente una disposición de todos y a todos los niveles, en la empresa, los hogares, los colegios y centros educativos, así como José escucho la voz de Dios y fue obediente a su llamado, nos queda a nosotros asumir la misma actitud.

[1] Cf Silencio y escucha frente a la cultura del ruido y la superficialidad. José A. Pagola