La verdad sobre la Iglesia que casi nadie te cuenta

¿Dios improvisó?

Edward Andrés Díaz Reina

Muchas personas tienen una idea equivocada sobre el origen de la Iglesia. Algunos piensan que fue una especie de “plan de emergencia” de Dios. Creen que surgió porque el pueblo de Israel falló.

Pero ¿y si la Iglesia no fuera un plan alternativo, sino parte de un diseño mayor desde el inicio de los tiempos?

Este texto no busca imponer una creencia, sino invitarte a explorar una verdad sorprendente: que tú y yo podríamos haber estado en la mente de Dios mucho antes de que naciéramos.

Aunque es verdad que Israel falló, la Iglesia no es la respuesta de Dios ante ese fracaso. La Biblia enseña que la Iglesia estuvo en los planes divinos desde el principio.

Pablo, con la intención de persuadir a los gálatas para que volvieran a la fe en Cristo y dejaran de confiar en sus obras para ser salvos, les dice:

“Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.” (Gálatas 3:8).

Se refiere a la promesa de Dios a Abraham en Génesis 12:3, cuando, además de prometerle tierra y descendencia, le dice: “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra.”
 En Gálatas, el apóstol aclara que en esa promesa estaban incluidos los gentiles creyentes. La palabra “gentil” era un término usado por los judíos para referirse a quienes no eran judíos.

Tales familias que serían bendecidas en Abraham son los creyentes, tanto gentiles como judíos; es decir, la Iglesia. Aquellos que fueron escogidos desde antes de la fundación del mundo para creer y ser salvados por medio de Jesucristo, la simiente de Abraham, en la que serían benditas todas las familias de la tierra (Efesios 2:4; Génesis 18:18).

Los gálatas debían reflexionar sobre las palabras de Pablo y considerar que no necesitaban hacer obras, circuncidarse ni guardar las fiestas judías para ser considerados hijos de Abraham, pues lo son por la fe (Gálatas 3:6-7). Tampoco necesitaban estas cosas para ser bendecidos por Dios, ya que habían sido incluidos en sus planes desde antes de la fundación del mundo. Esta verdad fue revelada a Abraham.

Dicha bendición prometida era la salvación por medio de la cruz de Cristo, la cual no se obtiene por obras, sino por la fe en el Mesías. Por tanto, mi estimado lector, no confíes en tus obras; confía en Jesús y heredarás la bendición prometida en Génesis 12:2.

La Iglesia no fue el “plan B” de Dios; siempre fue parte del plan A. La Biblia revela que desde el principio, Dios tenía en mente a un pueblo formado no por linaje, rituales ni méritos personales, sino por fe (Génesis 15:5,6).

Y si estás leyendo esto, quizá no sea casualidad. Puede que también tú estés incluido en ese plan. No necesitas una religión pesada ni una lista interminable de reglas. Solo necesitas a Jesús.

Él es la promesa hecha realidad, la bendición que transforma vidas. No pongas tu confianza en lo que puedas hacer por ti mismo; pon tu confianza en Él… y descubre lo que significa vivir bajo la bendición de un plan eterno.

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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