Perfilar en Colombia: la responsabilidad ética del periodismo y las redes sociales.  

La discusión inicial fue el perfilamiento de una cuenta de Twitter de extrema derecha sobre activistas de izquierda que hacen proselitismo político a través de redes sociales.

Por: Juan D. Orozco.
Hace poco, un profesor de ética de una universidad de esas de prestigio en Bogotá le contestó a través de Twitter a una exestudiante suya que “mi espacio de interacción contigo fue únicamente el aula de clases, fuera de ella, salvo algo profesional, no voy a seguir este juego”, después de que ella le discutiera que estuviera de acuerdo con el perfilamiento de activistas en redes sociales.

          La ética ha sido una discusión filosófica a lo largo de la historia, grandes pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles la consideraron como el conocimiento puesto en función de una vida virtuosa. Es decir, quien conoce el bien, lo hará. Esta perspectiva se ha mantenido a través del tiempo, incluyendo la justicia y la liberación como aparatos retóricos de la ética. Bernardo Toro, el filósofo más influyente en Colombia, se enfoca en la ética del cuidado y la responsabilidad en las decisiones cotidianas, con énfasis en la educación y el impacto social.

          La discusión inicial fue el perfilamiento de una cuenta de Twitter de extrema derecha sobre activistas de izquierda que hacen proselitismo político a través de redes sociales. Esta no es una conversación desde una esquina política, pero es necesario hacer la claridad que toda discusión – y, sobre todo, toda decisión – es política. Pecó la cuenta que ingenuamente creó la lista de activistas “con quien poder interactuar y conocer los avances del gobierno del cambio”, puesto que esto se transformó en un listado de señalados por la otra esquina política como quienes hostigan y básicamente lo que hizo fue facilitar el perfilamiento. Tampoco es una conversación sobre la culpa, pero sí sobre la responsabilidad. Hecha la lista inicial – con la soberbia que genera una posición política – quien la creó seguramente pensó que era su aporte para conversaciones más constructoras, sin embargo, la tomaron como a quienes debían destruir. En algunos tweets invitaban a encontrarlos “vivos o muertos”.
          Según Reporteros sin Fronteras (RSF) 54 periodistas fueron asesinados a lo largo del 2024 en el ejercicio de su profesión en todo el mundo, de estos, 18 fueron víctimas del ejército israelí, principalmente en Gaza. Colombia ostenta el vergonzoso segundo lugar más peligroso en América para los comunicadores, después de México, que durante el 2024 reportó 5 periodistas asesinados. Desde 1990, en Colombia han asesinado al menos a 60 periodistas en razón a su oficio; se recordará mucho más a Guillermo Cano (Director del Diario El Espectador) asesinado en 1986 por órdenes del narcotráfico debido a sus denuncias contra el cartel de Medellín; a Diana Turbay, periodista y directora de noticieros, secuestrada y asesinada en 1991 durante un operativo de rescate; y a Jaime Garzón, humorista y periodista, asesinado en 1999, a quien su muerte ha sido atribuida a alianzas entre paramilitares y agentes estatales.


          En la lista de perfilados hay desde comunicadores, como creadores de contenido, que están alineados con las políticas de izquierda del gobierno actual y a quienes se les acusa de obtener contratos estatales con el fin de hacer proselitismo político. También, hay que atribuir que la violencia digital – que está a nada de convertirse en violencia expresa – gran responsabilidad tiene el presidente de la república, que con falta de diplomacia a señalado a periodistas como “muñecas de la mafia”. Lo más intrigante – y la vez desastroso – ha sido la respuesta de periodistas que escogen las excusas más banales para hacer “confrontación” a lo que sucede con el gobierno nacional y se han enfrentado con sus colegas que están en la otra orilla. El periodismo nunca va a ser objetivo, pero olvidan todos periodistas – que lastimosamente en Colombia no se requiere de una licencia para el ejercicio – que la contrastación es necesaria, pero tiene unos mínimos de rigurosidad para que la comunicación sea verídica. Aunque bueno, la verdad siempre asume su realidad desde donde se le ve.


          Uno de los personajes que más he visto atacado es el profesor Mauricio Jaramillo, quien dirige un programa en Señal Colombia, acusado y atribuido con hostigar a quienes no comulgan con las políticas de Petro. Sumado, está la viveza que provoca la experiodista y precandidata presidencial, incitando a sus colegas de derecha a aumentar la provocación.

          Todo este panorama representa una oportunidad para pensar la responsabilidad ética – es decir, como manifiesta Toro, el cuidado de las decisiones cotidianas – en el periodismo cotidiano y el uso de las redes sociales. Puesto que, hasta el momento, las discusiones – que muchas veces son muy pandas y hasta ingenuas – se han realizado en twitter, como un gran escenario de discusión política, pero el límite de la virtualidad está a nada de combinar lo digital con lo real (Es decir, con lo físico) y las agresiones y hostigamientos convertirse en muertes. Perfilar en Colombia, donde han matado a tantos periodistas, pensadores, políticos y activistas, por sus ideas, no solo es una acción violenta, sino además un grave retroceso a la libertad y a la democracia.