¿Por qué no basta con ser buena persona?

El Espíritu no se recibe por obras

Edward Andrés Díaz Reina

Es común que los creyentes pierdan de vista el verdadero enfoque del evangelio. La tendencia humana a depender de las obras, la moral o el esfuerzo personal puede desviar incluso a los más fervientes seguidores de Cristo. Sin embargo, la Escritura es clara: la fe y el poder del Espíritu Santo no se reciben por mérito, sino por oír y creer el evangelio. Veamos cómo está verdad fue recordada a los gálatas, y cómo sigue siendo vital para nosotros hoy.

“Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?” (Gálatas 3:5)

La expresión “oír con fe”, utilizada en la versión Reina-Valera, es traducida en versiones más dinámicas como “oír el evangelio”. Por lo tanto, el versículo podría leerse así:

“Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por oír el evangelio?”

Los gálatas debían reflexionar sobre si las manifestaciones del Espíritu Santo y los milagros que se produjeron entre ellos fueron consecuencia de sus obras o del mensaje del evangelio de Jesucristo.

Ciertamente, los gálatas recibieron el Espíritu cuando Pablo les predicó a Cristo.

Mi estimado lector, te invito a considerar: ¿recibiste el Espíritu por tu buen comportamiento, por tu moral intachable, o lo recibiste como resultado de oír el evangelio?

Recuerda que la fe es una obra del Espíritu y nace al oír el evangelio (Romanos 10:17).

Cristo es el evangelio. La obra del Espíritu es el resultado de oír hablar de Cristo, no de las obras. Tu conducta intachable no es la causa de que el Espíritu Santo esté sobre ti y haga maravillas en tu vida.

Por favor, no centres tu vida cristiana en hacer obras. Enfoca tu vida cristiana en Jesús.

No centres tu predicación en la moral; enfócate en hablar de Cristo. Él debe ser el centro de toda predicación, porque Él es el evangelio.

El púlpito en la iglesia no es para hablar de moral ni para motivar a las personas. El púlpito de una iglesia que se diga cristiana —sin importar la denominación— debe ser para hablar de Cristo. No importa qué pasaje se utilice: toda la Biblia habla de Jesús. Él mismo lo dijo (Juan 5:39). Por tanto, la tarea del predicador es esforzarse por exponer a Cristo en cada pasaje. No es fácil, pero se puede.

Las iglesias de Galicia cometieron el mismo error que muchas iglesias hoy: hacer énfasis en la conducta, y por eso se estaban desviando del evangelio.

Pablo escribe la carta a los gálatas como un llamado a la fe y a salir del error.

Mi estimado, si en tu iglesia la predicación está enfocada en la conducta y la motivación, y no en Jesús, por favor, sal de allí.

¡Que Dios te ayude!

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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