Soy Miguel, se acabó la panela.

“Mirando para todos los lados y percatándose que nadie le miraba, golpeaba la puerta y le decía al santísimo, “Soy Miguel se acabó la panela”.

José Álvaro Cardozo Salas.

Cuenta mi querido amigo Fredy Londoño el “Loco”, que en algún lugar de nuestra querida patria iba a adorar al santísimo sacramento en una pequeña capilla, se quedaba buen rato frente a Jesús eucaristía, y un día entró un hombre se fue de frente al sagrario, mirando para todos los lados y percatándose que nadie le miraba, golpeaba la puerta y le decía al santísimo, “Soy Miguel se acabó la panela”, luego se daba la bendición y salía. Curioso que solo vaya a eso pensaba Fredy, pero es que Dios que se hace presente en la eucaristía, se queda con nosotros a diario, y quiéranlo o no cuando lo comemos, de alguna forma en particular nos configuramos con él.

Cuando vivía en Ibagué procuraba ir a la misa a diario en la catedral, junto con un grupo de beatos (dicesese del hombre o mujer pecadorsisimo que se creen muy santos) rezábamos las Laudes y el rosario en impecable sincronía, era tan perfecto el coro unísono de los responsos que pareciera estar en el mismo cielo, lo hacíamos de rodillas, frente al altar mayor, y para entrar a este selecto grupo no era fácil, entre nosotros ejercíamos una estricta vigilancia para que estuviéramos en “gracia” de Dios, y en la oración debíamos ser muy piadosos, hoy recuerdo esto y me avergüenzo pero tengo que contarlo. Un domingo estábamos en nuestro ejercicio piadoso cuando entro por la mitad del altar una mujer de minifalda, tacones altos, espalda destapada y un escote que dejaba ver sus “atributos” mejorados. La escena no solo distrajo el rezo riguroso de nuestra rutina, e hizo inmediatamente que un cruce de miradas entre nosotros no solo la despedazara con nuestras mentes, sino que como evitábamos la distracción a la que estábamos sometidos y de qué manera, (es una puta, fue lo primero que se me vino a la mente) ella con un caminar muy lento se fue acercando al altar mayor, la mujer de esta historia, no se arrodillo, ni se persigno, solo lloraba sin parar, con desespero y angustia, al verla el rezo del ave maría se ahogaba en mi boca pedigüeña, ya no tenía sentido seguir orando, un silencio fue envolviendo la escena, que no fue muy larga quizás unos 4 a 5 minutos, solo contemplamos ese momento, entonces pasaron muchas preguntas en mi mente, ¿su nombre?, porque lloraba así?, ¿estaría en mis manos ayudarla? ¿Qué sentido tenía mi oración? ¿Pedir por los que sufren? ¿Por los que tienen hambre?, cuando el hambre nunca la he experimentado, yo acomodado en mi orgullo, profesión, dinero, poseer algún bien, o carro, poder llevar a mis hijos a buenos colegios y universidades, esta mujer me voló la cabeza me cuestionó mucho, ella no hablaba ni si quiera pedía, solo permanecía allí de pie, frente al señor cara a cara.

Al salir ella, no pudimos hilar de nuevo en nuestro rosario, pero solo nos miramos, algunos dejaron caer una lagrima en sus rostros, la misa para mí se tornó estéril, como vacía, un tifón arraso el jardín espiritual de mi alma, “ya no era el mismo”, no pude comulgar, no tuve cara para mirar a Jesús y menos comer su cuerpo y beber su sangre, no me hallaba.

¿Cómo ninguno de nosotros fue capaz de ir a abrazarla, a consolarla, a preguntarle que necesitaba?, o solo sentarla sin decirle nada, y acompañarla en su dolor. Que poquito fuimos, que mezquina y que perfil tan anticristiano tenía yo, eso que quizás yo creía que era, nos era más que el fariseísmo del siglo XXI en su máxima expresión.

Muchos años después tuve la oportunidad de acompañar por un tiempo la pastoral de los habitantes de calle y pasar en algunas noches por la Piscina (zona de tolerancia en Bogotá) escuchar las historias de las prostitutas muchas de ellas que no tenían con quien dejar sus pequeños hijos, que entre ellas cuidaban mientras se atendía algún “cliente” y para ser realistas a pesar de esta tragedia, ellas nos precederán en el reino de los cielos, así como lo leen, cuando estemos frente a frente en el trono de nuestro juicio, seremos juzgados por el amor y en el amor, estamos a tiempo de darle un giro definitivo a nuestras vidas, de una manera tal que empecemos a trabajar en el anhelado cielo, así seremos diferentes, así podemos adorar a Jesús en el altar pero proyectado a los demás. Hoy domingo que celebramos la fiesta del Cuerpo y sangre de Jesús, me recuerda que él nos amó primero y que se queda a diario en medio de nosotros para seguirnos amando y acompañando, así que ve al santísimo y como el hombre de la historia, cuéntale que se te acabo, quizás no sea la panela, quizás sea el mismo amor.