Un buen libro, una buena historia, un buen habito.

“Así se disfrutan los libros, con hechos de vida”.
Por. José Álvaro Cardozo Salas.
Cuando estudiaba con los Maristas en Cali aun teníamos biblioteca, no existía el internet, entonces visitarla era una rutina de todas las semanas, nos prestaban libros, que debíamos devolver máximo a los 20 días, los leíamos en las clases de literatura y era apasionante escuchar sendas historias de vidas llenas de aventuras, narrativa, drama, muerte, la lista de libros leídos en los 3 últimos años se hacía interminable, los autores igual; Jorge Isaac, Gabriel García Márquez, Neruda, German Castro Caicedo, entre otros y eso nos obligaba tener una disciplina y la consigna era “leer o leer”, no había formas de encontrar resúmenes o de pedirle a la tecnología artificial nos relatara la historia del libro en media página (Chat gpt). Mi papa nos compraba enciclopedias que nos daban una mano en las dispendiosas tareas que nos dejaban, Larousse, La Salvat, y la temida algebra de Baldor.
Esta disciplina de los libros me llevo a convertirme en un lector como ninguno, había un libro en particular llamado la vida de los santos del Padre Salesiano Eliecer Salessman, me encantaba tenerlo en mis manos y ver como me llevaba despacito a descubrir en la vida cotidiana y sencilla la santidad. Como gastarse la vida en Cristo, como hombres y mujeres de carne y hueso lograban su objetivo aún sin proponérselo. Salessman me llevo poco a poco a ahondar en la vida de algunos, que luego termino siendo de muchos, desde las biografías obligadas de Bolívar, Santander, los proceres de la patria, me encanta la historia, la disfruto, como la sorprendente vida de Napoleón Bonaparte y como logro conquistar a Europa y someterla, y que hablar de Hitler, Martin Lutero, el cardenal Newman, y otros más.
Y si es de la fe de eso sí que me ha apasionado aún más, como la vida del cura de Ars, San Jose, Charles de Foucauld, Carlos Carreto las revelaciones de Vassula Rayden, María Valtorta, María Cecilia Baij, la lista se hace interminable, y no es por presumir, pero en general se ha debilitado mucho la buena y sana costumbre de leer.
Hace unos años conocí a una sra descendiente de los primero Japoneses que llegaron a Colombia el 16 de noviembre de 1929, Luz estela Kuratomi, ella manejaba la cámara de balanceados de la Andi, trabajaba yo para el sector de concentrados en Mosquera, me contó como su abuelo llego a Palmira gracias a un libro de Jorge Isaacs “La María” un profesor consiguió una copia traducida de español a Japones y en la clase de literatura leía un capitulo el libro en mención, cada capitulo era un remontarse mentalmente a los paisajes, los verdes, el mar, luego la subida en tren desde Buenaventura hasta Cali y de allí pasar a Palmira, Isaacs es uno de los escritores colombianos con mejor narrativa, lo hacía mágicamente. Un día un grupo de 7 estudiantes le pidió al profesor les explicara como ir a Colombia, ¿que eso donde quedaba? Tomando el mapamundi les indico, cada uno de ellos llevo la idea de esta aventura al otro lado del mundo, deberían tomar un barco hasta Nueva York, y otro hasta Buenaventura, tomar el tren y comparar lo que estaba en el libro con la realidad. De esta llegaron los nipones, leyendo entre líneas la oportunidad de sus vidas, de regreso a Tokio, contaron a sus amigos y familiares, lo que encontraron, recogieron dinero, pidieron anticipos de sus herencias, hablaron con sus novias, y así llegaron a Palmira las 7 primeras familias, muy reconocidas en el valle del cauca, trajeron la Soja, maquinaria agrícola, y han descendido en este hermosos Valle del cauca.
En una ocasión nos toco viajar al Espinal (Tolima) a una reunión con los cultivadores de Sorgo y Maíz para definir las condiciones de negociación, La Andi como garante de la industria y los maiceros, por algún motivo la reunión se traslado a Ibagué, y La dra Kuratomi se negó a ir a esta ciudad, algo la mortificaba, le pregunte su reacción, y me confeso que su abuelo viniendo de Cali hacia Bogotá, infarto en una pequeña población muy cercana a Ibagué, llamada Coello, alcanzo a llegar con vida a la primera clínica de la ciudad, donde pocos minutos después falleció, desde entonces “Odiaba a Ibagué” la ciudad musical de Colombia, y no había poder humano en convencerla de asistir a la anhelada reunión gremial.
Luz estela vamos que le tengo una sorpresa, le va a gustar, a regañadientes acepto, después de terminar la reunión gremial, me dijo “Nos regresamos ya”. Calma mujer te llevo aquí cerquita; en la plaza de Bolívar de Ibagué hay una placa conmemorativa, que dice así: “En esta casa murió el ilustre escritor vallecaucano Jorge Isaacs”, apenas leyó, no pudo contener las lágrimas, ya no de rabia, eran lagrimas de alegría, de saber que el autor del libro que había servido de inspiración a el abuelo y sus compañeros, había muerto en la misma ciudad que el migrante, ya ven el poder y el disfrute de leer. Así se disfrutan los libros, con hechos de vida, Bendito mi Dios,