Al que actúa bien…

Hablar bien y obrar bien

Al que obra bien le va bien. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos escuchado este dicho de la sabiduría popular.  Nuestros padres y abuelos nos lo han repetido infinidad de veces para conseguir que nos portemos como es debido.

El libro de proverbios, presente en el antiguo testamento, representa esa sabiduría popular transmitida de padres a hijos. Los proverbios son los dichos de la biblia. Fueron creados por padres preocupados de que sus hijos que se iban de casa se olvidaran de las enseñanzas bíblicas y abandonaran el camino de la fe. Por tanto, la finalidad de los proverbios es poner la fe en práctica para obrar bien.

Por eso, a lo largo del libro podemos encontrarnos con textos como el siguiente:

“El hombre será saciado de bien del fruto de su boca; Y le será pagado según la obra de sus manos” (Pro 12:14).

¿A qué se refiere con ser saciado de bien del fruto de sus labios? El hombre que habla palabras sabias, aquel que ante cualquier oportunidad expone el evangelio con los dichos de su boca, exalta a Cristo como Dios, Rey y Mesías salvador, este será recompensado  por el fruto de sus labios, lo cual es evidencia de que Dios ha transformado su corazón y le ha otorgado vida eterna.

Recuerda que de la abundancia del corazón habla la boca. Un corazón transformado que ama a Dios y que ha recibido por gracia y de manera gratuita la salvación, no puede hacer más que hablar palabras sabias y exaltar el nombre de Jesús, porque comprende que gracias a Él tiene vida eterna.

¿Le será pagado según la obra de sus manos? No se refiere a que seremos salvos obrando bien. Nuestra salvación, como ya lo dije, es el fruto de la obra de Cristo. El hijo de Dios llevó una vida perfecta, obró bien, cumplió la ley de Jehová, y pagó por nuestros pecados. Nosotros, por gracia, recibimos la salvación por sus buenas obras. Por lo tanto, la vida eterna no es la recompensa de la que habla el proverbio.

Simple y llanamente el versículo está diciendo: “Al que actúa bien le va bien”. Si actuamos bien no seremos castigados sino recompensados, pero si nos portamos mal recibiremos la reprensión para corregir el rumbo.

Por tanto, mi estimado lector, si usted es un hijo de Dios, esfuércese por declarar palabras sabias en todo momento, tiempo y lugar, y por actuar bien en cada paso que da, para la gloria del Padre.