Corazones engañados

Enojo y venganza

Ewduard Andrés Diaz Reina

¿Cuántos de nosotros hemos deseado el mal contra el hermano en algún momento?

Todos lo hemos hecho. El pecado que habita en nuestro corazón nos lleva a ello. Pero el amor y la misericordia de Dios evita que en muchas veces llevamos eso a la práctica.

El libro de proverbios, capítulo 12: versículo 20, enseña: “engaño hay en el corazón de los que piensan el mal; pero alegría en el de los que piensan el bien”.

Quienes piensan en hacer el mal contra otros están engañados. La maldad que habita dentro de ellos se aprovecha de los sentimientos de envidia, ira o deseos de venganza, para planear, y en muchos casos, llevarlos a ejecutar el mal contra su prójimo.

Estos corazones, esclavos del pecado y de las emociones, no disfrutan de la paz, el gozo y el amor que Cristo da a aquellos cuya voluntad está sujeta a la suya.

Quienes gozan de la paz y el gozo que solo Dios da por medio del Hijo, aunque se enojen contra su prójimo, se esforzarán por no cultivar la ira y por no dejarse engañar de sus malos deseos, contemplando el mal contra el otro.

Aunque el Cristiano puede, en ocasiones, meditar y ejecutar el mal contra su hermano. Esto hizo el rey David con Urías, a quien mató para quedarse con su esposa. Tal comportamiento no es constante en la vida del creyente.

Quien llamándose cristiano continuamente procure el mal contra su vecino, amigo, conocido o familiar, no es un verdadero seguidor de Cristo. El tal vive engañado por satanás, y si no se arrepiente no entrará en el reino celestial.  Porque el verdadero seguidor de Jesús con frecuencia procura la paz y el bien para todos.

Mi estimado lector, por favor, reflexione sobre su vida y considere ¿Su corazón desea de continuo el mal para el otro? Si es así, usted está engañado por el maligno y el amor de Cristo no mora en su corazón.

Pero si su deseo constante es hacer el bien, llevando el evangelio aun a aquellos que procuran el mal contra usted, entonces, mi estimado, usted está en el camino correcto.