Dos misiones, dos retos, dos frustraciones.

“Bien lo dijo él, la mies es mucha, más los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies envíe más obreros a su mies” (Mt 9, 35)

Por. José Álvaro Cardozo Salas.

En mis jornadas de trabajo por muchas regiones de esta hermosa Colombia paso a visitar a mis amigos párrocos y si es posible a los obispos, me reporto como misionero eucarístico, trabajo que empezaron varios amigos que ya no están con nosotros pero qué desde el cielo nos socorren, Jorge y Margarita Salazar, Monseñor Fernando Piñeros quienes recibieron el apoyo el entonces cardenal Pedro Rubiano Sáenz y que fueron los grandes instrumentos de este bello movimiento que ha llevado a tener mas de 400 capillas a lo largo y ancho de este país, Adel Tanury en Cali con Coni Cruz, Carlos y Patricia Ceballos en Medellín y Alonso Bustamante en Bogotá quien fue un apóstol eucarístico, mariano, recogiendo la correspondencia de los internos en las cárceles del país. A ellos mis oraciones, mi gratitud por siempre.

En dos  zonas que visito quisiera referenciarles esto que esta pasando, Puerto Rico (Meta) una bella población a orillas del rio Ariari en el sur del departamento a 197 kms de Villavicencio, fundado en 1962 con 13178 habitantes, visito este municipio porque a sus alrededores hay mas de 30.000 has de palma aceitera, ustedes saben que soy ingeniero agrónomo y asesor técnico en manejo de suelos, de día trabajo en esto para ganarme mi sustento y de mi familia, y de noche para el gran Jefe Jesucristo, para ganarme el cielo. Una tarde entre semana en Puerto Rico fui a la misa en el parque central, estábamos el padre celebrante, su monaguillo, los padres del monaguillo, la secretaria de la parroquia y yo. El padre antes de empezar la misa bajo a saludarme, me invito a proclamar las lecturas y que al final no me fuera que quería invitarme a un tinto, acepte con agrado y algo de sorpresa. Una vez terminada la Misa pasamos al salón parroquial, para ese entonces aun estudiaba en el diaconado permanente, Sr Cardozo porque no se anima a venir con sus hermanos diáconos a trabajar en las veredas de este municipio, no hay sacerdotes, ni diáconos, ni laicos que quieran misionar por estas tierras, yo les ofrezco transporte, hospedaje y alimentación, podríamos celebrar la semana mayor, anímese y venga. Entonces llevé la propuesta a quien me sugirió, pero mis amigos diáconos estaban asignados en las pastorales de las parroquias que les han sido otorgadas por su obispo, los laicos a quienes les conté tampoco les llamo la atención la propuesta.

La segunda experiencia la viví hace apenas dos semanas atrás, en la bella Tibú en Norte de Santander, con 60950 habitantes ubicado en la frontera con Venezuela a 125 km de Cúcuta, allí  tuve la suerte de acompañar a los servidores de la naciente Emaús en su reunión semanal, le pedí al padre Jairo Gélvez (párroco de la catedral)  que me consiguiera una cita con el sr Obispo Monseñor Israel Bravo Cortes quien muy gentil me recibió en la tarde del día siguiente, “Cuénteme en que le puedo ayudar” me pregunto, le Conte lo de las capillas de adoración, me escucho con mucha atención, y me dijo aquí las iglesias están abiertas, para quien quiera pueda ir a adorar, ahora que salga pase por la catedral y mire cuantas personas hay, mis necesidades apostólicas son otras, vera usted, mi diócesis tiene 18 parroquias y tengo tan solo 12 padres, me hacen falta 6 sacerdotes, tengo 6 parroquias sin pastor, las almas están sin pastorear, y en el seminario tengo apenas 2 seminaristas. Un trago grueso de saliva paso por mi garganta, lo invito -continuo monseñor- a que vengan laicos, de su movimiento, diáconos, o sacerdotes yo les doy las parroquias, veredas, para que vengan como misioneros a celebrar la semana santa, les garantizo la seguridad, hospedaje y algo de comida, pero vengan.

La reunión termino con un apretón de manos, su bendición y muchos cuestionamientos de mi vida de fe, de iglesia, de bautizado, ¿qué está pasando con nosotros? con esta iglesia acomodada en las ciudades, con esta escases de vocaciones, ninguno y me incluyo queremos salir al encuentro de las almas que necesitan escuchar la palabra, recibir los sacramentos, vivir la vida de fe.  ¿Dónde están mis promesas bautismales?, donde los compromisos de llevar el evangelio a todos los rincones de la tierra? me siento mal, siento que me falta mucho, siento que no es suficiente con lo poco que hacemos, que podemos dar más, que no tengo celo por las almas, y así se me ahoga en la garganta en mi oración, que desierto, que inoperancia, que indolencia. Hoy le pido a Dios se apiade de nosotros y nos muestre su voluntad, que no es otra que llevar su evangelio a todo aquel que tenga hambre y sed de Dios, bien lo dijo él, “la mies es mucha, mas los obreros son pocos rogad al dueño de la mies envie mas obreros a su mies” (Mt 9, 35)