El flojo y el perezoso no agradan a dios.

El ocioso no es un buen creyente.

La cultura del narcotráfico es un cáncer que lentamente ha crecido en el corazón de nuestra sociedad. Poco a poco nos acostumbramos al dinero fácil, rápido, o sin el mayor esfuerzo.

Como resultado de esto, hoy, con el objetivo de trabajar poco y ganar mucho, algunos votan por demagogos que prometen disminuir las cargas laborales y aumentar los salarios, establecer subsidios y ayudas económicas por pertenecer a determinados grupos sociales, o tan solo por existir.

Esta es la cultura traqueta que poco a poco nos ha vuelto flojos, ambiciosos, y si me permiten decirlo, consumistas del ocio.

¡Oh, cuánto hace falta un buen discurso puritano que nos conecte con Dios y nos lleve a ver el trabajo como una bendición, y no como un castigo! Porque por años, la tradición nos enseñó que el trabajo fue el castigo del hombre por el pecado de Adán. Aunque un análisis minucioso del génesis nos ayuda a entender que el castigo fue la fatiga por el trabajo, más no el trabajo en sí.

Esta visión respecto al empleo es acompañada por pasajes donde la biblia exalta la laboriosidad y condena la pereza y ociosidad, como Proverbios 12:11 que dice: “El que labra su tierra se saciará de pan; más el que sigue a los vagabundos es falto de entendimiento”.

Tontos o faltos de entendimiento es el calificativo que las escrituras dan a los vagos, mientras la laboriosidad reciben recompensa por su esfuerzo.  Esto claramente es la condena a la vagancia y la exaltación al trabajo duro. 

Por declaraciones como estas, los cristianos de todas las edades, en especial los puritanos, se esforzaron por trabajar duro, porque también entendieron que su trabajo, sin importar cuál fuere, era una forma de complacer a Dios.

Uno de ellos, William Tyndale, dijo: “Existe una diferencia entre lavar platos y predicar la palabra de Dios, pero en lo que se refiere a complacer a Dios no existe ninguna en absoluto” porque Dios no mira la parte externa, la tarea en sí, sino el corazón del quien la realiza.

Por tanto, mi estimado lector, la vagancia y la ociosidad no son marcas de un buen creyente. Quien diga ser cristiano debe aprender a amar su trabajo, y debe ser el más esforzado de los trabajadores para la gloria de Dios. 

La cultura del narcotráfico que exalta la vagancia y condena la laboriosidad no se debería ni nombrar entre los creyentes.

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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