Jueves Santo: ¿Qué significa visitar los 7 monumentos?

Este acto de fe no es ninguna novedad en los rituales eclesiásticos

Una de las tradiciones más arraigadas para los católicos en Semana Santa se realiza el, Jueves Santo y consiste en realizar la visita a siete monumentos o altares decorados, que se preparan en las iglesias luego de la primera misa del Triduo Pascual, para así conmemorar y acompañar los hechos transcurridos durante la Pasión de Jesucristo.

Este acto de fe no es ninguna novedad en los rituales eclesiásticos, puesto que, según explicó Jorge Gracia Pastor, miembro de la Asociación para el Estudio de la Semana Santa a Europa Press, el origen de esta práctica estaría en el siglo XVI, habiendo sido instituida por San Felipe Neri en Roma.

Este altar, el cual se adorna con elementos de plata, flores, velas, telas, colgaduras y diversos recursos, se erige en acción de gracias por la Pasión de Jesús, como redención de los pecados del mundo.

De esta manera, al finalizar la misa de la Última Cena, el sacerdote guarda el Santísimo en el tabernáculo, mientras el monumento queda expuesto para que lo visiten los creyentes entre la noche del Jueves y la mañana del Viernes Santo.

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El ritual católico indica que, al visitar cada uno de estos monumentos, los cuales representan a su vez diferentes episodios de la Pasión, las personas realizan una oración, acorde con el momento conmemorado, de la siguiente manera:

Según ACI Prensa, se conmemora el momento en el que, mientras se encontraba rezando con los discípulos en el huerto de Getsemaní, Jesús fue entregado al ejército del Sanedrín por Judas, con un beso.

Se recuerda el momento en el Jesús es llevado a un interrogatorio en casa de Anás, suegro del sumo sacerdote Caifás, y es abofeteado por uno de los guardias, para luego ser enviado ante Caifás.

La agencia de comunicación católica explica que en la tercera visita se evoca el momento en el que Jesús es llevado ante Caifás, donde se le reta a proclamarse hijo de Dios, es negado por su discípulo Pedro y se le condena a muerte.

Jesús recibe diversas acusaciones ante Poncio Pilato, quien era el quinto magistrado de la gobernación romana en la provincia de Judea, mientras una multitud pide que se ratifique su pena de muerte, pero el mandatario realiza el icónico acto de “lavarse las manos” de la responsabilidad y lo envía ante Herodes Antipas.

Herodes Antipas es el gobernador de Galilea, e hijo de Herodes el Grande, quien ordenó la decapitación de Juan el Bautista. Herodes recibe a Jesús y al no lograr satisfacer su curiosidad frente a los milagros del condenado, le viste en ropas elegantes, como burla, antes de enviarlo nuevamente a Pilato.

Aunque el gobernante romano no le ve como culpable de los delitos que se le acusan, cede ante la presión de los contradictores de Jesús y termina condenándole a muerte, siendo flagelado y recibiendo una corona de espinas.

Luego del tortuoso viacrucis que ha sufrido antes de ser crucificado, Jesús es sepultado por algunos amigos y simpatizantes en cumplimiento de las escrituras. Los creyentes esperan ahora su resurrección, como está previsto, al tercer día.