Las prostitutas nos precederán en el reino de los cielos…

“ya no era el mismo”, no pude comulgar, no tuve cara para mirar a Jesús y menos comer su cuerpo y beber su sangre, no me hallaba.

Por. José Álvaro Cardozo Salas

Cuando vivía en Ibagué hace unos 20 años, acostumbraba a ir a la misa dominical en la catedral en la plaza de Bolívar sobre las 7:30 am, una mañana madrugue un poco más para rezar el rosario con otros beatos que siempre andaban orando las laudes, el rosario y algo de adoración después de la misa, esa mañana, se acercó una mujer de unos 35 años, con una minifalda, zapatos altos muy maquillada, con su torso desnudo, se detuvo frente al santísimo que está en la nave izquierda del templo, donde encima del sagrario hay una bella imagen de san José y el niño Jesús.

La mujer de esta historia, no se arrodillo, ni se persigno, solo lloraba sin parar, con desespero y angustia, al verla el rezo del ave maría se ahogaba en mi boca pedigüeña, ya no tenía sentido seguir orando, un silencio fue envolviendo la escena, que no fue muy larga quizás unos 4 a 5 minutos, solo contemplamos ese momento, entonces pasaron muchas preguntas en mi mente, ¿su nombre?, porque lloraba así?, ¿estaría en mis manos ayudarla? ¿Qué sentido tenía mi oración? ¿Pedir por los que sufren? ¿Por los que tienen hambre?, cuando el hambre nunca la he experimentado, yo acomodado en mi orgullo, profesión, dinero, poseer algún bien, o carro, poder llevar a mis hijos a buenos colegios y universidades, esta mujer me voló la cabeza me cuestionó mucho, ella no hablaba ni si quiera pedía, solo permanecía allí de pie, frente al señor cara a cara.

Al salir ella, no pudimos hilar de nuevo en nuestro rosario, pero solo nos miramos, algunos dejaron caer una lagrima en sus rostros, la misa para mí se tornó estéril, como vacía, un tifón arraso el jardín espiritual de mi alma, “ya no era el mismo”, no pude comulgar, no tuve cara para mirar a Jesús y menos comer su cuerpo y beber su sangre, no me hallaba.

Con el tiempo pase otra experiencia de vida en Villavicencio (meta) en una misa de la tarde noche donde los monfortianos el padre en su homilía contaba que había experimentado algo que nunca en su sacerdocio había vivido, el director de fiscalías le pidió celebrar unas exequias de 8 cuerpos que llevaban más de 7 años sin reclamar en las neveras de la morgue de la ciudad, a lo cual accedió sin dudarlo, preguntó por los nombres, todos NN contesto el fiscal, habían 2 menores, 3 adultos mayores, dos jóvenes y una mujer, y la mujer quién es? Pregunto el padre, solo sé que trabajaba en la zona de tolerancia y la mataron en una riña, pero era una madre, en su cuerpo había la cicatriz de una cesárea contesto el fiscal, eso entristeció a este padre, celebro la eucaristía por estas almas olvidadas, abandonadas, y por esta madre con hijos, pero sin ellos, recordé la escena de hacía 20 años en Ibagué, que dolor.

Poco antes de la pandemia, cerca de donde vivo, el Dr. Roberto Lenis y familia Iban con algunos feligreses al centro de la ciudad (el alcalde de la época Luis Eduardo Garzón Decidió dividir a Bogotá en 4 grandes zonas de tolerancia, una de ellas es la conocida como la piscina en la calle 22) con un grupo de amigos de la parroquia Santa María Magdalena, me invito y gustoso accedí a ir con mi esposa, debíamos llevar una cubeta de huevos hervidos, sándwiches, chocolate y café caliente, algunos medicamentos, pastillas para el dolor, antibióticos entre otros y mucho amor, el bus muy puntual nos recogió sobre 7:00 pm y partimos rumbo al sur, en medio del tráfico de esa hora, al llegar se atraviesa por la mitad de esta zona, a mano derecha e izquierda hombres y mujeres, travestis, exhibiendo sus cuerpos, moteles, bares, discotecas, el mercado de las pasiones y las lujurias en su máximo esplendor, al final una pequeña avenida que da fin a este cuadrado de mercadeo del sexo, un pequeño grupo de 30 a 40 personas nos esperaba, trabajadoras sexuales con sus hijos, habitantes de calle, abuelos indigentes, hombres vestidos de mujer, algunos drogados, otros en estado de alicoramiento, en fin, allí nos bajamos compartíamos lo que llevábamos, pero más que eso era escucharlos, abrazarlos, algunos con un olor insoportable, “el olor de la santidad, el olor de Cristo” decía san Vicente de Paul.

La pandemia acabo con el apostolado, al leer Mateo 21, 31 el mismo Jesús se refiere así a estas personas “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que vosotros al reino de Dios” esta frase replica en mi mente en mi corazón cada vez que veo estas personas, que esclavas de los proxenetas, de la droga, de la pornografía y, aun así, tendrán la prioridad en el reino de los cielos.

Hoy les dejo esta reflexión, para los que nos creemos salvados, santos, religiosos, piadosos, que nos falta mucho para llegar al cielo, mientras no nos pongamos en el lugar de estos mis pequeños como decía nuestro señor.