QUIEN BENDICE SERÁ BENDECIDO

Mas el que retiene recibe maldición

Ewduard Andrés Diaz Reina

—Dios no bendice para retener de manera egoísta. Si Dios te bendice con dinero, con trabajo, con dones, no es para que te los guardes para ti, sino para que los pongas a su servicio, y así por medio de ti bendecir a otros. Eso dice Proverbios 11:26 “​​Al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá, pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo vende”.

Con estas palabras, el abuelo Pedro le dio una interesante lección a su nieto Pablo, quien, como suele pasar con los hijos únicos, era un joven egoísta. Correspondió al abuelo abrirle los ojos para que él viera con claridad lo abominable de su pecado.

Cuando nuestro protagonista era apenas un joven adolescente de 15 años, el abuelo presenció una escena que encendió en él las alarmas sobre la clase de joven que estaban formando en casa.

Un trabajo escolar se convirtió en la excusa perfecta para que uno de los compañeros de colegio de Pablo visitara su casa. Al caer la tarde el joven manifestó no poderse quedar más tiempo porque debía regresar caminando a casa.

La situación económica de aquel muchacho era difícil. Todos los días caminaba de la casa al colegio y del colegio a la casa. Su padre se había quedado sin trabajo, y los ahorros que tenían los destinaban para comer, pagar servicios, y pagar la pensión del colegio. No pagaban arriendo porque vivían en la casa que habían heredado de la abuela.

Este chico, para contribuir a la economía familiar, decidió dejar de usar el transporte público y utilizar el par de piernas que Dios le dio. Esto, por supuesto, tenía sus riesgos y dificultades, el clima era uno de ellos, y la noche el otro, por eso siempre regresaba a su casa al caer la tarde. 

Cuando el abuelo Pedro escuchó desde la sala lo que el joven le dijo a su nieto en el cuarto de estudio mientras hacían el trabajo, se sorprendió al ver la actitud tan fría de Pablo. 

Cuando los jovencitos salieron para despedir al visitante, el anciano sacó dinero de su bolsillo y le dio al amigo de Pablo para que pudiera pagar su transporte.

Al principio el joven se negó a recibir, pero Pedro insistió y lo convenció.

Al quedarse solo con su nieto, el anciano lo confronta por su actitud fría y egoísta.

 —¿Lo ibas a dejar ir caminando? — preguntó Pedro enojado— tú tienes dinero porque, gracias a Dios, tus padres te dan, ¿Por qué no te ofreciste a darle a tu compañero para el transporte?, ¿En qué pensabas al dejarlo ir a pie?, ¿Acaso creíste que si le dabas te faltaría a ti?, ¿No te hemos enseñado que Dios bendice al generoso, y que si Él te da es para bendecir a otro por medio de ti?.

Ante tantos cuestionamientos, Pablo solo bajo la mirada y enmudeció; no sin reflexionar seriamente sobre su actitud egoísta.

El abuelo continuó su reprensión un poco más y concluyó diciendo:

—El buen hijo de Dios no es egoísta, sino dadivoso. Pídele a Dios que te dé un corazón generoso que piense en el bienestar del otro y no solo en el propio.

Mi estimado lector, si al igual que Pablo tienes un corazón egoísta. Pide a Dios que te ayude a ser más generoso.

Edward Andrés Díaz Reina
Comunicador Social y periodista
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