Quien busca la pobreza, encontrara el cielo

Que lección de vida, que amor a la pobreza, desde entonces comprendí, que hay que despojarnos de todo para ser felices, para alcanzar el cielo

Por José Álvaro Cardozo Salas.

Era un joven adolescente y vivía en Cali, estudiaba con los hermanos Maristas, en el colegio de la “loma”, para una semana santa nos enviaron de misión a un barrio de invasión llamado Siloé, una montaña llena de casas de todos los colores, de muchos materiales, cemento, algunas paredes de bareque, techos de tejas de cartón, y una pobreza inimaginable, como la hay en muchas de las ciudades de todos los países del mundo.

Ahí fuimos a una casa donde pasamos la semana santa, pertenecía a una comunidad de hermanos de Jesús, de la espiritualidad de San Carlos de Foucauld un francés del siglo pasado que vivió en el desierto de África en el Tuareg, la casa estaba sin piso, paredes de ladrillo mal pegado, sin cielo raso, de tejas de zinc, y cables de electricidad a la vista, estos hermanos trabajaban en la “rusa”, labores cotidianas de los trabajadores rasos, vigilantes, ayudantes de obra, carpinteros, mensajeros, entre otros oficios.

No tenían nevera, ni televisión, ni radios, ni camas, ni cuadros, jamás imagine tanta pobreza, ahí con dos compañeros más que vivíamos de lo mas de bien en nuestras casas, nos mirábamos sorprendidos de ver cara a cara la pobreza, que nunca habíamos experimentado, llegaban del trabajo al finalizar del día, y traían algo de comer, una libra de arroz, un pequeño frasco de aceite, una cebolla larga, unos huevos, un plátano maduro, panela y cominos 5 personas, la comida me supo a manjar, como nunca había experimentado la escases, fue toda una novedad.

Durante la cena compartimos las anécdotas del día, desde la bajada de la loma, tomar el bus, y desplazarse a sus trabajos y nosotros lo que hicimos caminando en las calles de la bella Siloé, conociendo otras realidades, otra Cali, que desde allí imponente se veía, corrían los años 79, y la ciudad crecía vertiginosamente hacia el sur, ya en la noche nos sentábamos en un cuarto frente a Jesús eucaristía que reposaba en la Corteza de un Samán que había caído reciente mente en uno de los sitios de trabajo de los hermanos y que con mucha dificultad había trasladado hasta la loma, tendía 1 metro de ancho por dos de largo, y sobre una pequeña tabla que hacia de repisa colocaron una custodia hecha en madera, dos tablones sobre ladrillos sin espaldar servían de sillas, nunca había sentido una presencia tan real del Jesús que vino a la tierra, sin nada, pobre entre los pobre.

Liturgia de las horas, vísperas y completas, y el santo rosario, luego un profundo silencio, contemplando esa pequeña hostia, sobre esa corteza, que felices se veían estos “locos”, dejaron todo para vivir como él, sufriendo con la comunidad, experimentando la vida como es, y en medio de tanto trabajo poder ser felices, la formula era básica, buscar la pobreza y así alcanzar el cielo.

Dormíamos en esteras en el suelo, a la mañana siguiente levantada 5 a.m., oración las laudes, y salir a trabajar, detrás de la puerta principal, una bolsa de tela donde había el dinero que cada uno ganaba, lo ponían ahí, e iban sacando lo que necesitaban, lo del transporte ida y regreso, y algún recurso para pagar el almuerzo o corrientazo, sin mercado, ni nevera donde guardar comida, todo era al día, como los primeros cristianos.

Como pude llame a mi mama, y le Conte todo lo que había experimentado, me dijo que quería regalarles una nevera y lavadora para ellos, ya que no tenían y lavaban a mano su ropa, de sorpresa les dije en la noche, guardaron silencio y solo se miraron, dile a tu mama que con gusto la recibimos, a la semana siguiente logramos subirlas hasta la casa, yo estaba feliz, pensaba para mí, que bien les hemos hecho, ya al menos tendrán donde guardar la comida, hacer mercado, comer carne, y donde lavar su ropa, esperamos al finalizar de la tarde que llegaran, se pusieron felices, y nos dijeron acompáñenos a llevar estos electrodomésticos, a dónde? Preguntamos, hay una señora de la vecindad que tiene 6 hijos, y trabaja lavando ropa en la casa de algunas familias, a ella le caerá muy bien, y hay otra familia muy numerosa que no tiene nevera, allá la llevaremos.

Que lección de vida, que amor a la pobreza, desde entonces comprendí, que hay que despojarnos de todo para ser felices, para alcanzar el cielo, y estos apegos a tantas cosas materiales impiden que veamos la realidad en un mundo que clama justicia, es todo un reto de vida, que vale la pena experimentar.