San José un hombre que no pasa de moda.

“Gracias a la experiencia Josefina puedo ser mejor padre, esposo e hijo, he ahondado en su amor, disponibilidad, silencio y obediencia, signo de salvación de las almas “

Por. José Álvaro Cardozo Salas.

Estamos a pocos días de celebrar la fiesta a San José, el esposo de la Virgen María y padre nutricio de Jesús, para mi padre legal, verdadero padre, que no solo alimento a costa de sus trabajos y sus sudores, sino que también acompaño, enseño y formo como lo hace un verdadero papa.

De todas las virtudes gloriosas del santo Patriarca me quedo con el de custodio, el que cuida, defiende y protege, pero a la vez adora como el verdadero Dios. Hecho un niño en un pesebre a las afueras de Belén, la angustia del alumbramiento y de no poder ubicar a María su esposa y al niño que va nacer en un sitio digno, como él prepara la primera capilla de adoración eucarística en la cueva con unas pajitas y tablas improvisa una pequeña cuna, acompañado de algunos pastores, ovejas vacas y hasta un burrito que menciona el mismo papa Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret, y allí en esa noche fría pero a la vez ardiente del amor puro se adora, se adora hasta el amanecer, y  aun en la llegada de los magos unos días después del nacimiento como lo relata el mismo evangelista que “los magos al ver al niño en el pesebre reconocen en él al salvador y de rodillas le adoraron” (Mateo 2) ¿cómo nos enseña José a adorar? De rodillas, con lágrimas en los ojos, con la pobreza del corazón, del alma, alejado del orgullo, de la soberbia, en silencio, agradeciendo siempre, no importa el frio o el calor, la impotencia, es el mismo cielo en sus ojos, a la vista de pocos, de la misma forma cuando visitamos el santísimo encontramos la misma humildad y ternura que los pastores encontraron cuando visitaron al niño en el pesebre. El hambre en el corazón de Dios por el amor del hombre esta expresado en la profunda humildad de estas dos palabras, Niño Jesús.

A veces cuando viajo a otras diócesis a promover la adoración perpetua le sugiero algún párroco que abra la adoración en su parroquia, algunos me responden que no tienen sitio en sus instalaciones para ubicarlo. Y yo les digo ¿No busco José un lugar para que Cristo pudiera nacer hasta que lo encontró? “Porque no tenían sitio en el alojamiento” (Lc 2, 7) pero San José siguió buscando hasta que encontró un lugar. Y ese lugar en Belén se convirtió en el primer sitio de adoración en el mundo. Un sacerdote en cuya mente esta ante todo el interés de Cristo, daría su propio cuarto si fuera necesario para que Jesús pueda ser adorado día y noche, me ocurrió en san Pelayo (Córdoba) donde el párroco cedió su habitación que daba a la calle y escogió un cuarto oscuro con cara de bodega para su habitación.

De san José aprendemos a contemplar a su hijo, imagino que pasaba largas horas mirándolo y llorando, ya que tenía el don de las lágrimas, tan bello y tan escaso, nos enseña a amar a Jesús desde su dimensión de hombre, trabajador y dedicado a su familia, nos enseña a obedecer y a callar, como lo reza la quinta consideración del rosario de san José “por el día que encontraste a tu hijo hablando con sabiduría y callaste, danos la virtud de aprender a escuchar al que en nombre de Dios habla”.

Para dar cierre a este pequeño compartir de amor eucarístico, me quedo con el José adorador, contemplativo y amante de Jesús, que supo cómo pocos, ser fiel seguidor de Jesús, José cumplió cabalmente su misión asignada, escondiendo, cuidando y alimentando a la eucaristía, gracias a su ejemplo esta devoción ha ido creciendo por todo el mundo, y que no debe ser indiferente a nuestro sentir, que no es más que el mismo de José, amar, cuidar y proclamar que Jesucristo es nuestro rey.

Dios y san José nos bendigan.