Te confío mi alma.

“No pediré tu poder, pediré tu pobreza, ella es sabiduría, ella es tu corazón, ella es el camino que te conduce hasta mí”.

Por. José Álvaro Cardozo Salas.

Empieza el tiempo del adviento y con él la preparación de la llegada del niño Jesús a nuestros corazones, nos obliga a reflexionar este tiempo de todo el plan de Dios en su esplendor y el significado siempre cautivador de la pobreza, solo para venir a mi encuentro, este es un verdadero signo de amor. Pensándolo bien no tenía otra opción para hacerse creíble, de por si el amor tiene unas exigencias bien particulares por no decir terribles, y para satisfacerlas no bastan las palabras.

Quien ama, debe hacerse semejante al amado, de lo contrario, pasara a su lado sin entenderlo, que es lo mismo que estar allí sin amarlo. Es decir, sentir empatía por alguien significa tener la fuerza de “sufrir” con él o algo de él. La humanidad esta repleta o rebosante de palabras y amor, pero creo que esta casi completamente vacía del verdadero amor. No hay animal como el hombre capaz de burlarse de la comunidad de sus semejantes con el disfraz del amor, que al final termina volviéndose en hipocresía. En la pastoral de la calle visitábamos las calles de la 22 aquí en Bogotá, las calles de la tolerancia, podíamos notar a que punto puede ser reducida una mujer esclava, protegida, poseída por uno que, por ser fuerte, rico o prepotente, la seduce, hablándole al oído el acostumbrado estribillo: “te quiero”.

Ni hablar de la guerra, basta visitar las zonas de conflicto armado, ver los cráteres de los hoyos dejados por los bombardeos gigantes, guiados por quienes afirman que la lucha es precisamente en defensa y por amor a los pueblos libres.

Dios mis amigos es mucho más serio y cuando dice que te ama, es en serio, va hasta el fondo y para amarnos se encarnó y para parecerse, se hace pobre, y hay que entender que la pobreza de Dios es la manera de amar por parte de Dios, ¿acaso hemos entendido eso? La pobreza de Dios es elegida libremente, en cambio la pobreza del hombre es una condición inexorable, su naturaleza, su realidad. El hombre no puede escapar a su pobreza, el hombre es pobre, hay una condición limitada, materialista de la pobreza que nos ha hecho creer por mucho tiempo que la pobreza es un estado físico, falta de comida, de vestido, de vivienda.

El pobre es pordiosero, pero las cosas no son así, si miramos quien no tiene casa o no tiene pan es también un pobre, pero no es el único.

Hay pobrezas mucho mayores en el hombre, indiferencias más severas, sufrimientos más agudos, así es que la pobreza no es solo falta de dinero, puede ser falta de salud, de tranquilidad, de paz, de amor de luz.

Podríamos afirmar que la pobreza del hombre es universal, es posible que el hombre personifique la pobreza en un ser. No es que le falte un poco de pan: es que nos falta todo, miremos bien, cuando se odia, falta el amor, cuando se muere falta la vida, si la pobreza del hombre es la muerte misma, y no es una cosa pequeña, no se le puede aplazar, cuando menos pensemos nos esta tocando la puerta. Pero miremos a Dios, nos ha salido al paso por ese sentido de nuestra pobreza. La pobreza libre de Dios se ha sentado junto a la pobreza forzosa del hombre.

Las primeras palabras han sido el silencio, a veces nos sentimos en una encrucijada, ¿Qué le podemos decir a una persona que sufre?

El silencio de Dios es la manera respetuosa con el que el se acerca al hombre pobre, nos falta aprender mucho de esta pedagogía de Dios, levantar la cabeza y sonreír ante un mar de males que a diario nos suceden. Por eso la esperanza es la paciencia del hombre, pero es allí en la paciencia donde nos curtimos y aprendemos a poseernos y al final a conocernos, cuando ya alcanzamos este don pacienzudo y nos acostumbramos a esperar el silencio de Dios, allí y solo allí, él se hace palabra. La palabra, todo el verbo es Jesús, la persona de Jesús, el verbo de Dios.

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